Meditación en Oriente y Occidente
- webedeyp
- 28 mar 2024
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La práctica de la meditación está presente dentro de las diferentes tradiciones religiosas, tanto en Oriente como en Occidente. Pero mientras en la espiritualidad oriental puede por lo general formar parte del común de la gente, en Occidente, la práctica meditativa ha ido perdiendo vigencia hasta casi quedar relegada al interior de los monasterios aunque en los orígenes del cristianismo la meditación era parte esencial de la vida cristiana. Hoy son muchos los cristianos, que sienten la necesidad de recorrer el camino de la interioridad señalado por Cristo. Muchos de ellos, aun cuando participan de la liturgia y otras actividades comunitarias de la Iglesia, como también tantos otros que ya se han alejados de la Iglesia hace mucho tiempo, encuentran en las técnicas orientales de meditación como el yoga y el zen, una verdadera ayuda.
Estas prácticas facilitan la apertura del camino hacia la profundidad del ser desde donde es posible avizorar la presencia divina. Ésta es otra de las formas con que Cristo puede abrazar a los cristianos y atraerlos hacia sí a través de la práctica de la meditación, aun cuando ésta sea la meditación yoga o zen. Dadas las circunstancias actuales de alienación y masificación que vive el hombre, es nuestro objetivo resaltar la importancia que tiene la práctica de la meditación en el camino espiritual de todo aquel que decida transitarlo. La meditación no sólo ha sido practicada por el mismo Jesús sino que en el Evangelio Jesús marca la importancia de su práctica para todo aquel que anhele la experiencia profunda de Dios.
Es por eso que destacamos el aporte que puede realizar en tal sentido la práctica de las técnicas propuestas por el yoga. Dentro de este marco también es parte de nuestro objetivo revalorizar la mística cristiana y su aspecto reflexivo, no como una actividad únicamente racional o racionalista y opuesta a la auténtica actitud de la mística de la meditación, sino como complemento de la misma, puente de acceso a la experiencia religiosa y a su interpretación, en la dinámica del proceso reflexivo de interiorización y realización activa de los valores espirituales y religiosos que lo guían. La práctica de la meditación que permite el acceso consciente a la experiencia del espíritu y de Dios por la iluminación de la palabra y de la razón, se convierte en fuente de sabiduría y una guía de gran valor para el camino espiritual –interno y de acción- de todo cristiano.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se resalta la importancia del encuentro con Dios, que tiene lugar en interior del hombre. En la Biblia se puede ver que así como los patriarcas, también los profetas se encuentran con Dios cuando se retiran, se apartan del mundo, para penetrar en las profundidades de su ser y así poder escuchar la voz de Dios. Este encuentro interior guió su acción en el mundo. También Jesús se retiraba a orar en soledad para encontrarse con su Padre y dialogar con Él. Después fue la actitud mística de los primeros seguidores de Cristo la que congregó miles de monjes y monjas multiplicando el número de monasterios y dando un gran impulso a la misión cristiana que extendió el mensaje del Evangelio en todas direcciones.
Sin embargo con el paso del tiempo, esta actitud mística que caracterizó tanto a los protagonistas del Antiguo Testamento, como a Jesús y a los santos cristianos, y que nutrió a la Iglesia en sus orígenes, se fue abandonando hasta adoptar, sobre todo en occidente, un papel cada vez más secundario dentro de las propuestas del cristianismo. Ya desde comienzos, pero fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XX, mucha gente en Occidente encontró en el yoga y en sus prácticas psicofísicas, un alivio para el sentimiento de alienación y soledad característicos de la época. Estas prácticas ofrecen un camino de reencuentro consigo mismo y es por eso que para muchos cristianos alejados de la Iglesia y también de sí mismos, la práctica de las técnicas del yoga pudieron y pueden convertirse no sólo en un puente de acceso al sí mismo, sino también en un instrumento que permita la recuperación de su identidad cristiana como fruto de una auténtica madurez espiritual.
Consideramos que el masivo acercamiento hacia las prácticas del yoga se debe en gran parte, no sólo al bienestar psicofísico que brindan, sino también al estado de serenidad espiritual al que llevan al hombre cuando éste tiene la posibilidad de reencontrarse consigo mismo, de reintegrarse, de recuperarse a sí mismo, que es también la forma de recuperar su libertad. Este reencuentro consigo mismo es posible gracias al dinamismo reflexivo que posee el hombre como persona pero también por su capacidad de abrirse al mundo y a los demás hombres; ambos movimientos le son propios y necesarios, porque actúan en forma complementaria en la realización personal.
Como forma de conducta e ideología el consumismo actual ha infectado las diferentes esferas de la vida del hombre y lo podemos encontrar en la base de la pirámide que pone en marcha el proceso de deshumanización y despersonalización de la sociedad, y de cosificación del hombre. Forman parte de este proceso un conjunto de excesos y de carencias, entre los excesos podemos encontrar el de horas de trabajo como su contracara el de las distracciones alienantes, el de la mediatización tecnológica y la virulenta comunicación virtual, el de información y hostigamiento publicitario. Entre las carencias podemos citar la falta de actividades creativas y formas de esparcimiento que no estén necesariamente ligadas al consumo, la falta de una vivencia natural de la naturaleza y de comunicación real, afectiva e interpersonal. De esta forma, el hombre incomunicado queda atrapado en una red virtual, sin tener más posibilidades que establecer vínculos sensoriales consigo mismo, con el mundo y con los demás hombres.
A través de los medios de comunicación masiva se puede escuchar, ver, pero no aprehender ni comprender. Llevando los ojos y los oídos hasta sitios adonde no se puede llegar ni con el corazón ni con las manos, estos borbotones de información asfixian y desintegran al hombre.
Muchos hombres y mujeres buscando salir de este estado de tensión encontraron en la práctica del yoga un remanso vivificante, en el que a partir de la recuperación del dinamismo reflexivo personal, descubrieron también una forma nueva de relacionarse con su cuerpo y con su mente y la posibilidad de adoptar actitudes y conductas más saludables. El reencuentro consigo mismo se completa en el encuentro con el prójimo. La práctica meditativa, como ya hemos señalado, es propia tanto de la tradición cristiana como de la tradición yoga. Pero mientras la meditación es el uno de los pilares centrales del yoga y hasta casi sinónimo del mismo, en el cristianismo este tipo de prácticas quedaron vinculadas a una actitud mística fuera de lo común o a problemas psicológicos, considerada propia de los santos y monjes, pero innecesaria y hasta sospechosa para el común de los hombres. Quiles a través de la filosofía in-sistencial nos muestra la necesidad que tiene todo hombre de realizarse como ser personal a través del doble dinamismo que implica tanto la necesidad de replegarse sobre sí mismo como de abrirse al mundo, a los demás hombres y a Dios. Sólo estableciendo una auténtica relación consigo mismo, el hombre tiene la posibilidad de una auténtica relación con el mundo y una verdadera comunión con los demás hombres y con Dios.
Este dinamismo personal es considerado por Quiles como totalizador, ya que de la misma manera que cuerpo, mente y alma sólo existen en el hombre como conceptos separados, pero no como entidades separadas, tampoco el hombre puede abrirse al otro si no es desde sí mismo. Cuando decimos totalizador es importante remarcar que tanto la reflexión sobre sí mismo como la apertura hacia los demás, al mundo y a Dios, exigen cada una de ellas una actitud física, mental y espiritual que le es propia. Los místicos ofrecen una guía de pensamientos, actitudes y conductas, para que cada uno pueda encontrar la forma que les es propia en la realización de sí mismo. Más allá de las formas, tanto el replegarse sobre sí mismo como el abrirse al otro, poseen un mismo principio y fin, el encuentro con Dios. Por eso decimos que toda experiencia de encuentro se perfecciona cuando el hombre vive a través de ella la experiencia de Dios, y si bien ésta es una experiencia única en sí misma, tampoco es una experiencia absolutamente separada de toda verdadera comunión.
Consideramos que el mayor aporte de las prácticas del yoga a la espiritualidad cristiana, son las técnicas psicofísicas que éste propone ya que facilitan el acceso a la experiencia de sí mismo y de lo trascendente. Pero también destacamos que algunos de los elementos de la práctica de la meditación cristiana que incluyen la reflexión racional, pueden darle mucho más que salud, bienestar físico y tranquilidad mental al practicante de yoga, ayudándolo a la interpretación de la experiencia mística o de encuentro con Dios y dándole la posibilidad de profundizar cada vez más la experiencia del amor en Cristo a través del encuentro consigo mismo, con el otro y con Dios. Por eso presentamos en última instancia la meditación in-sistencial propuesta por Quiles, como una de las síntesis posibles que adopta elementos de las técnicas meditativas del yoga sin apartarse del auténtico espíritu cristiano.
Para la realización de este trabajo en primera instancia buscaremos los diferentes significados y acepciones que tiene el término meditación en Occidente y cuáles son las formas principales, para luego poder establecer las características de la meditación espiritual y religiosa, concepto sobre el que nos basaremos durante todo el trabajo. A partir de esta definición analizaremos entre las propuestas occidentales, la meditación cristiana y su culminación en la mística, y de las propuestas orientales, remitiéndonos a la India, analizaremos fundamentalmente la meditación yoga, aunque también no podemos dejar de hacer mención a la meditación budista que nace en la India y su posterior desarrollo en Japón a través del Zen, ya que ambos métodos tienen una influencia importante en el Cristianismo occidental. Esta parte trata acerca de los fundamentos de la meditación y por eso conforma el nivel teórico.
El segundo nivel es de carácter más bien metodológico y técnico, comprende las prácticas meditativas específicas propuestas por los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, por el Haṭha Pradīpikā y por Quiles en su meditación in-sistencial. De esta forma hemos tenido en cuenta fundamentos teóricos, estructura e historia de la meditación en algunas de sus formas, con el fin de descubrir de qué manera la meditación puede participar en nuestra realización personal y social.
A la hora de aportar luz y evitar caer en sincretismo globalizados, hemos utilizado bibliografía que se mantiene dentro de los lineamientos de las formas más puras de las tradiciones que analizamos, ya que consideramos que sólo la vuelta a los fundamentos puede convertirse en verdadera fuente de creatividad. Como última observación queremos destacar que la estructura de nuestro trabajo ha seguido la forma del diálogo entre culturas propuestas por Quiles: partimos de la autoafirmación de nuestra tradición cristiana y los valores de su mística; y después del análisis y reconocimiento de la mística yoga y su metodología, pasaremos al diálogo entre ambas propuestas, tomando la meditación in-sistencial como ejemplo certero de la posibilidad que existe de entablar una relación constructiva y fructífera entre el yoga y el cristianismo.
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